Conciencia, Confianza, Creatividad, Desarrollo personal, Presencia

Juan Antonio Muñoz: rendirse al corazón

«Si te abres a la vida, la confianza, la calma y el agradecimiento que luego acabas obteniendo no tienen precio»

Hijo de una familia de campo malagueña muy humilde, la emigración de sus padres antes de que él naciera dejó desde bien pequeño en Juan Antonio Muñoz (Barcelona, 1967) la huella de lo que él mismo califica como el síndrome de los desplazados. Después de tener que dejar los estudios siendo bastante joven por necesidades económicas, los retomó más adelante para formarse en informática, lo que le llevó a trabajar como programador en una empresa donde acabó ejerciendo de directivo en el consejo de administración. A finales de los 90 se traslada a Mallorca por motivos laborales y es allí donde empieza a priorizar el latido de la vida, descartando la posibilidad de seguir ascendiendo en su trabajo y pasando a experimentar una serie de cambios sobre su visión tradicional de las cosas. Estas circunstancias le llevan a emprender su propio proyecto laboral y a conquistar una aparente estabilidad en aquellos ámbitos  considerados socialmente como más importantes, pero es cuando aparentemente parece tenerlo todo que experimenta un derrumbamiento interno que pone súbitamente su contador a cero en el año 2007.

A partir de ahí, después del desconcierto inicial y de los interrogantes que se le abren de golpe tras más de 20 años dedicándose a lo mismo, empieza a sentir la necesidad de redirigir sus energías hacia el acompañamiento de personas y la exploración de otros caminos más alternativos. Entra así en contacto con diversas vías de autoconocimiento y desarrollo personal, pero nada le llega a vibrar lo suficiente hasta que el proceso que ya se había desencadenado dos años antes acaba por culminar en una revelación llamada ULU (Un Latido Universal), el inspirador proyecto que lleva abanderando a lo largo de la última década. Un fascinante y original viaje de transformación basado en una serie de conversaciones con valientes que, como Juan, un buen día se atrevieron a trascender los límites de la razón para empezar a iluminar y guiar sus vidas con la brújula del corazón.

Sin guión ni preparación previa, pero con el poder de una confianza que de tan labrada se fue haciendo inquebrantable a lo largo de su elaboración, la película documental con la que nos obsequia Juan (se encuentra disponible para ser visionada en internet) es un gran ejemplo de las mágicas conexiones que se empiezan a tejer cuando decidimos abrirnos plenamente a la vida. Una muestra más que evidente de que, en el fondo, más allá de las aparentes diferencias, todo y todos nos encontramos unidos a un nivel global y esencial. Un mensaje sin fecha de caducidad y más vigente que nunca teniendo en cuenta las circunstancias actuales, cuya manifestación -como el proyecto mismo- sigue palpitando con fuerza, en proceso de constante evolución.

¿Quién es Juan Antonio Muñoz?

Soy una pizca de ese gran misterio que es la vida, una gotita en el océano…

¿Cómo surge el proyecto ULU?

ULU surge de una rendición. Hace diez años me vi inmerso en el caos como consecuencia del agotamiento de una vida estandarizada que dejó de funcionar. Inicialmente me lancé a viajar y a realizar un sinfín de talleres y actividades que podría calificar de espirituales o de desarrollo humano para intentar aliviar un vacío interno que me impedía estar en calma. Y fue volviendo de uno de mis viajes, en una sencilla meditación, que sentí la necesidad de dejarme caer de rodillas e implorar qué es lo que debía hacer… Y la respuesta que me llegó fue la propuesta de realizar una película documental sobre el significado de vivir desde el corazón.

¿Qué sentiste en ese momento de revelación?

Pues la verdad es que no abrí ninguna botella de cava… Al principio lo viví como algo incómodo. Sentí miedo e incertidumbre, algo muy parecido a lo que actualmente están sintiendo millones de personas con las circunstancias que nos está tocando vivir. Pero previamente a recibir esta respuesta, yo ya me había comprometido a hacer únicamente lo que me dijera el corazón. Había decidido no ignorar más a mi voz interna. Así que tenía muy claro que debía ir hacia delante con todas las consecuencias…

¿Cómo se gestó el nombre del proyecto?

Es algo que se corresponde con el espíritu colaborativo que caracteriza la película. Inicialmente, me dejé guiar tanto por la incertidumbre de la inspiración que no tenía ni nombre… Luego lo sometimos a votación entre todos los colaboradores y salió “El Latido Universal”, pero alguien que estuvo presente en una de las primeras reuniones nos lo acabó robando para otra iniciativa con un propósito muy parecido. No obstante, uno de los grandes aprendizajes que me ha ido regalando este proceso es que, si te abres a lo que a cada paso te trae la vida, lo que a primera vista puede parecer un contratiempo se acaba convirtiendo en una confianza, una calma y un agradecimiento que no tienen precio. Fue así como decidimos pasar a llamarlo “Un Latido Universal” y por practicidad lo acabamos abreviando en las iniciales, “ULU”. Y a pesar de que ese nombre no me convencía demasiado, imagina cuál fue mi sorpresa cuando al investigar por internet en los días sucesivos descubrí que ULU significa “segundo nacimiento” en nigeriano. Algo que se correspondía completamente con el proceso que yo sentía que había experimentado y que me sirvió para consolidar ese espíritu de confianza ante todo aquello que nos llega.

¿Qué balance puedes hacer a estas alturas después de una década de camino recorrido con ULU?

Lo resumiría con la palabra gracia. Un sentimiento de gracia que la vida ha ido instalando en mí y que deseo no dejar de compartir allí donde me pueda encontrar.

¿Crees que es algo muy común tener que recibir una sacudida importante de la vida para empezar a replantearse el orden de prioridades?

Por lo que he ido observando, sí que parece ser algo habitual… De alguna manera, siento que hay una especie de relación entre la sacudida que tradicionalmente se solía experimentar con la forma bastante brusca de llegar a este mundo y alguna que otra sacudida que nos puede llevar a sentir después, en otro momento de nuestra vida, una especie de renacer. En mi caso, por ejemplo, sucedió algo parecido con el colapso que sentí tras la separación de mi ex mujer, con la que llevaba 15 años casado. En su momento lo viví como algo terrible, pero con el paso del tiempo empecé a verlo como algo necesario. De hecho, siempre suele ser así… Así que, a día de hoy, siento que cualquier pérdida o situación drástica que experimentemos, sea la que sea, siempre es para bien. Bienvenido sea cualquier dolor temporal si nos acaba llevando a contactar con nuestra esencialidad.

A menudo evitamos el dolor porque lo asociamos inevitablemente al sufrimiento…

En este sentido añadiría que la forma de vivir este tipo de situaciones en nuestra sociedad sigue siendo demasiado infantil.  Y lo he podido comprobar viendo la forma tan distinta que tienen de vivir el dolor algunas comunidades indígenas que he tenido la oportunidad de visitar. Tal y como me dijo en una ocasión uno de los protagonistas del documental, el dolor que nos lleva a evolucionar, bien entendido, lo podríamos llegar a considerar un “dolorcito rico”.

También tuviste que lidiar con un gran dolor a raíz de la muerte de tu hermano… ¿Qué influencia crees que tuvo este suceso en tu proyecto?

Pues ha sido una influencia cuyo alcance y significado he podido entender varios años después del inicio de las grabaciones que acabarían dando forma a la película documental. La muerte de mi hermano tuvo lugar nueve meses antes de mi rendición, pero no fue hasta bastante después que pude ver claramente que, en realidad, la película la estaba realizando mi hermano a través de mí. En la fase inicial del proyecto yo no tenía ni idea de qué iba a hacer con todas esas grabaciones… Hasta que un día apareció inesperadamente en mí el lejano recuerdo de cuando mi hermano llegó una vez a casa para decirnos que, después de mucha indefinición, por fin sabía que quería dedicarse a ser director de cine. Así que cuando volví a recibir esa información sentí claramente que yo era simplemente un mensajero y me debía poner al servicio. Estoy convencido de que la forma en la que poco a poco se ha ido encajando todo como un puzle era algo que estaba en mi destino.  

¿Qué educación recibiste acerca del amor?

En mi casa, las muestras de cariño y ternura eran las mínimas. Mis padres se querían pero su expresión del amor tenía lugar en la intimidad. Así que ha sido la vida la que me ha invitado a salir al mundo para descubrirlo…

¿Has conocido algún sistema educativo que lo priorice?

He conocido varios ejemplos en este sentido, sobre todo en las comunidades indígenas. Como la de la Sierra de Santa Marta en Colombia, donde he podido ver a seres humanos de una determinada edad con una inocencia que ya había perdido de vista… Considero la inocencia como un aspecto que fomenta la inspiración con el todo, como un valor fundamental para que pueda darse un crecimiento desde dentro hacia fuera, un significado reflejado en la propia etimología de la palabra “educar”. Creo que la mayoría de sistemas educativos relegan hoy en día la pureza o inocencia, la esencia en definitiva, en favor de otros aspectos como la productividad o la adquisición de conocimientos a nivel mental.

¿Recibiste algún consejo en esas comunidades para poder seguir su ejemplo?

Allí se siembra y se cuida esa intención como si fuera una semilla, para que acabe dando los mejores frutos. Ahora bien, me gustaría aclarar que los propios miembros de esas comunidades no consideran que el suyo sea el mejor modelo. Simplemente lo hacen así porque para ellos, en su realidad, tiene sentido. Y una de las recomendaciones que me transmitieron fue restaurar los lugares de valor, las personas de valor y las tradiciones de valor de los sitios que habitemos. Esto es lo que a ellos les funciona desde hace miles de años.

¿Consideras que el amor al poder sigue siendo hoy mucho más fuerte que el poder del amor?

Creo que nos encontramos en un momento de transición. Lo compararía al momento en el que una persona va a fallecer. Por circunstancias de la vida, también me ha tocado acompañar a morir a diversas personas… Y en esos procesos he podido comprobar como hay gente que aún se sigue aferrando a sus formas particulares de poder, mientras que otros, aunque no lo hayan hecho en toda su vida, optan finalmente por soltar porque sienten que se tienen que entregar a este movimiento del amor antes de abandonar el cuerpo. No obstante, como todo está unido, en mi opinión, para poder entregarte genuinamente al océano del amor, primero quizás tienes que haber ejercido el poder para llegar a ser consciente del contraste.

¿Te gustaría destacar alguna tradición o figura en particular que sientas que te haya inspirado especialmente a lo largo de tu camino?

Me ha costado un montón de años ser consciente, pero a día de hoy destacaría la figura de mi padre. Fue algo que descubrí en la mesa de edición de ULU, cuando me llegó el impulso de entrevistar a Josep Maria Caralps, el primer doctor que hizo una operación de corazón con éxito en España y que en su día operó también a mi padre colocándole dos bypass. Yo hasta entonces siempre había considerado a mi padre como alguien muy débil, pero en esa entrevista el doctor me confesó que el mérito de que hubiera vivido 21 años más después de su operación no era suyo, sino de mi propio padre y de la fortaleza que le dio el gran amor que sentía por su familia. Esa revelación me sirvió para valorarlo como se merecía y fue así como pasó a convertirse en mi principal referente.  

¿Cuáles crees que deberían ser los ingredientes básicos para pasar a apostar con firmeza a vivir desde el corazón?

Para mí el principal ingrediente debe ser la confianza. Que no deja de ser abrir el corazón a las demás personas, tal y como se desprende de la propia etimología. Esto ha sido lo que yo mismo he priorizado en todas las conversaciones que he mantenido para la película y a estas alturas puedo afirmar que me ha funcionado.

¿A día de hoy, consideras que has logrado afianzarte en el propósito de vivir desde el corazón?

A estas alturas considero que si hubiera tenido que vivir las circunstancias actuales bajo mi personalidad previa a realizar la película documental, no sé si seguiría vivo… O como mínimo, estoy convencido de que me encontraría muy mal, sufriendo mucho estrés y ansiedad. Así pues, no creo que haya conseguido nada en especial ni quiero afirmar haber logrado establecerme en el corazón, pero si siento como algo muy evidente el hecho de que ahora, a pesar de que las circunstancias son mucho más dramáticas que hace diez años, puedo disfrutar el presente como un regalo, con una calma, confianza y agradecimiento que sin duda no podía experimentar tiempo atrás. Y además, cada día que pasa, siento que es mejor…

¿Consideras que puedes ganarte bien la vida en tus actuales circunstancias?

En estos diez años, las dos preguntas que más me han hecho han sido: “¿Cómo puedes vivir sin teléfono?” y “¿Tú de qué vives…?”. Pues bien, la respuesta vuelve a ser la confianza. Tal y como sea tu confianza en la vida, así la vida te va a sustentar. Creo que para mucha gente esta cuestión supone a día de hoy uno de los principales obstáculos y desequilibrios a la hora de atrevernos a saltar al vacío permitiendo así que la vida nos pueda brindar el sustento sin esfuerzo, a cambio de mostrarnos desde nuestro ser auténtico y original. Siento que aún hay demasiadas personas que hoy en día no se dedican a hacer aquello que profundamente aman y por eso me preguntan tanto de qué vivo yo. La confianza es pues un elemento clave y debería ser una prioridad.

Cómo nos llegamos a traicionar a nosotros mismos por el miedo a la escasez…

Actualmente la sociedad se halla tan aislada y dividida que no nos atrevemos a pedir. Cuando yo era pequeño, recuerdo que le podías pedir con naturalidad algo al vecino y te ofrecía encantado su ayuda… Así que si por lo que sea en algún momento llegas a quedarte sin dinero, pide ayuda con humildad y manteniéndote abierto a cualquier tipo de respuesta… Estoy convencido de que con humildad y confianza los recursos tarde o temprano llegan, y muy posiblemente de formas que no te puedes llegar ni a imaginar. Por tanto, es muy importante que en cualquier proceso de transformación nos replanteemos qué tipo de relación tenemos con el sustento.

¿Qué consejo darías a las personas que siguen resignándose a lo que les da seguridad porque aún no han descubierto su verdadera pasión?

Considero que una enfermedad muy extendida en nuestra sociedad actual es que disponemos de todo lo que en el fondo necesitamos para ser felices y no somos capaces de verlo. Hay que dejar de buscar tanto… Y si la vida ahora nos empuja a quedarnos en casa será porque con eso ya nos basta para poder tomar conciencia de ello. Se trata de dejar de correr en múltiples direcciones… De parar y darse de cuenta. Para sentirse realizado no siempre hay que abandonarlo todo, no hay por qué hacer nada especial… Prácticamente cualquier profesión se puede vivir y ejercer de forma espiritual, si de verdad se conecta y se pone la debida intención en ello…

¿Amar el miedo es lo más difícil?

Para mí, miedo y amor son parte de una misma cosa. Tal y como apunta uno de los testimonios que aparecen en ULU, cuando uno decide ir hacia su miedo, genera unas habilidades que son un tesoro. Por tanto, cualquier situación que nos dé miedo, en el fondo no deja de ser una invitación de la vida para poder llegar a sentirnos más plenos.

¿Cómo se fue gestando el proceso de conversaciones con los protagonistas de ULU?

El proceso fue muy sencillo. Únicamente acudí por inspiración al encuentro de la primera persona entrevistada, que fue Federico Mayor Zaragoza. Y sin más guión que la confianza, nuestra conversación se fue desarrollando de forma espontánea hasta el final, momento que aproveché para preguntarle quién debía ser el siguiente entrevistado. Y así, sucesivamente, mediante este procedimiento fue como todo se fue dando.

¿Qué lugar ocupa actualmente la meditación en tu día a día?

El proceso que he ido experimentando con la meditación es muy parecido a cómo ha ido evolucionando también mi concepción de hacer el amor. Años atrás lo vivía desde un lugar muy mental, desde donde iba proyectando mis expectativas… Mientras que poco a poco la cosa se fue convirtiendo simplemente en vivir una experiencia con otro ser humano, permitiendo que sucediera lo que tuviera que suceder… Y con la meditación me ha ocurrido en gran parte lo mismo, de manera que actualmente ya no tiene que ver con un acto aislado y preparado según unas pautas determinadas, sino que lo siento más bien como una actitud mucho más integrada en mí.

¿Cómo vives la crisis medioambiental?

Pues nuevamente con bastante calma y confianza. Tal y como me transmitieron los miembros de la comunidad indígena que visité en Colombia, yo también siento que, junto a la necesidad de acción, el mundo no se va a acabar, en todo caso se va a transformar como sea necesario… A la Tierra en el fondo no le pasa nada y si llega el momento en que tenga que realizar algún movimiento para reajustarse, simplemente lo hará. Asimismo, el papel de aquellos que podríamos considerar como los “malos” en el proceso que se está dando, no deja de ser algo que tiene que ser así para que tarde o temprano se pueda llegar a un equilibrio.

En cualquier caso, ¿estarías de acuerdo en la necesidad de acción acompañada de compasión más que de lucha?

Completamente. Si la persona que va a emprender una acción no lo hace desde un lugar de paz, en el fondo esa acción siento que no sirve. En los tiempos que vivimos, para reencaminarnos hacia la dirección que en el fondo todos soñamos, necesitamos dejar de reaccionar constantemente como hormigas nerviosas. La acción tiene que empezar a producirse desde la calma, la inspiración y la coherencia… Y para ello, primero hay que tomarse un tiempo y parar. Llevamos ya muchos años conscientes de esa necesidad, y seguramente por ello, es por lo que ahora la vida ha decidido pararnos en seco. A partir de ahí, creo que un buen mantra a adoptar sería: “Yo hago lo que sé, lo que puedo, y con eso es suficiente”. Y entendiendo que el acto de hacer, muchas veces, incluye también la necesidad de no hacer por hacer, es decir, de no hacer nada.

¿Qué opinión te merece el hecho de tener que vivir actualmente pegados a una mascarilla?

Considero que muchas de las personas que más tiempo llevan puesta la mascarilla, son las que más miedo llevan en su interior… Lógicamente, el miedo a morir. Actualmente, hay una gran carga de miedo en el planeta, un gran número de gente con una cantidad muy desequilibrada de ausencia de amor y la mascarilla viene a ser como una especie de símbolo que exterioriza esa enfermedad, que en realidad poco tiene que ver con ningún virus…

Es evidente que la situación de pandemia que estamos viviendo puede acentuar los miedos con mucha facilidad, pero ¿consideras que al mismo tiempo también nos puede servir de catalizador para ayudarnos a despertar?

Así es… La humanidad siempre ha pasado por momentos complicados y mucho más de lo que nos está tocando vivir ahora. No olvidemos que, por ejemplo, en el siglo pasado, la población tuvo que afrontar grandes guerras… En cualquier caso, creo que deberíamos aprovechar las actuales circunstancias para salir del infantilismo y empezar a crecer de verdad… Sólo desde la auténtica madurez podremos tomar conciencia de que vivimos en un planeta maravilloso, con más abundancia de recursos a nuestro alcance que nunca… Y de que en el fondo, el gran obstáculo, se encuentra en nuestra forma de relacionarnos, con los demás y con el medio que nos rodea. Pero para mejorar eso, lo que primero debemos mejorar es la relación con nosotros mismos. Ese es el gran reto de nuestra época, que cada ser humano pueda convertirse en maestro de su propia vida sin necesidad de tener que buscar a ningún maestro fuera. Siento que sólo así podrá emerger nuestra capacidad de sustento natural, pudiendo prescindir entonces de la reactividad, la competitividad y la necesidad de pelea con el mundo exterior.

Seguramente habrá quien considere que eso no es más que una quimera inalcanzable…

Yo creo que ya nos estamos dirigiendo hacia allí, y esa meta no es otra cosa que volver al origen. Según mi modo de ver, en cada lugar se irá restaurando esa vuelta al origen de la forma que la vida lo considere más adecuado. Y eso comportará, y ya está comportando, una serie de cambios y transformaciones para que volvamos a ser seres auténticos y originales. Es un proceso inevitable…

Háblanos un poco ahora de tu reciente experiencia en India…

La mayor parte del tiempo lo pasé en Auroville, una comunidad con unas particularidades que en realidad no tienen mucho que ver con la vida que en general se lleva en India, y donde además viví bajo las circunstancias del confinamiento. Ahora bien, realmente se trata de un lugar propicio para hacerte consciente de la necesidad de que cada ser humano se haga responsable de los valores y talentos que ha venido a traer a esta vida. Responsabilidad para que estos valores y habilidades sean mostrados. Una vez más, trasladando el foco de lo externo a lo interno. Y mi experiencia allí también me ha permitido hacer las paces con la parte más material de la existencia; viendo de forma más clara la necesidad de que cada ser humano pueda usar la parte de materia que realmente necesite para llevar a cabo aquello que su propia misión le demande.

Y ya para terminar, ¿qué movimientos va a seguir generando el proyecto ULU?

Por un lado, es muy posible que pueda ver la luz un libro como consecuencia de toda la experiencia que ya llevamos vivida. Asimismo, estamos editando todas las conversaciones para poder ofrecer un contenido añadido a lo que se puede ver en la película documental, con unos mensajes que, a pesar de haber sido registrados hace diez años, resultan increíbles teniendo en cuenta la situación actual… Y en tercer lugar, puedo avanzar también que próximamente realizaremos una nueva acción audiovisual, aunque se trata de algo aún demasiado prematuro como para poder dar más detalles…

Página web de Un Latido Universal