Conciencia, Confianza, Desarrollo personal, Espiritualidad, Presencia

Tew Bunnag: la maestría de la compasión

“Cualquier persona puede aprovechar cualquier práctica espiritual sin etiquetas para transformarse”

A pesar de poseer un máster en Economía por la Universidad de Cambridge, la misión de nuestro entrevistado en esta vida estaba claramente llamada a trascender el plano más tangible y materialista de la realidad. Una vocación que empezó a labrarse a una edad muy temprana, cuando el pequeño Tew Bunnag (Bangkok, 1947) recibía sus primeras enseñanzas budistas de la mano de su niñera en Tailandia, y que siguió modelándose y adquiriendo consistencia un tiempo después, entrando en la veintena, a través de la formación espiritual que le brindaron dos venerables maestros orientales estando ya en Inglaterra, donde se desarrolló su educación. Así, además de irse especializando en meditación budista, el joven Bunnag fue convirtiéndose también en uno de los primeros divulgadores del Taichi en Europa, empezando a ejercer como profesor de ambas disciplinas hacia mediados de los años 70. Paralelamente, siguió adquiriendo conocimientos procedentes de la psicoterapia occidental y desplegando su labor en varios países, España incluido, donde fue invitado a dirigir sus primeros grupos en la década de los 80. Asimismo, desde los inicios de su trayectoria espiritual, Tew acompañó también procesos de duelo y de personas en estado terminal aportando apoyo, recursos y herramientas en la relación con la muerte desde la perspectiva budista.

En 1999, tras varios años de enfermedad de su primera mujer, experimentó un gran punto de inflexión al confluir su muerte con el suicidio de su sobrina y el diagnóstico de Alzheimer de su madre. Una fuerte sacudida vital que le llevó a tomar la decisión de volver a su país, casi tres décadas después, para acompañar el proceso de esta última dejando parte de su familia en España. Y que aprovechó también para empezar a ejercer de voluntario en uno de los primeros hospicios o centros de cuidados paliativos que se creó en Tailandia debido a la expansión del sida y su marginalidad asociada, acompañando en sus últimos días de vida a los niños y adultos afectados con menos recursos.

A raíz de todo el aprendizaje acumulado a lo largo de ese intenso y exigente periodo, su forma de concebir la espiritualidad experimentó una notable transformación evolucionando desde un lenguaje marcadamente budista hacia un ámbito mucho más secular, sobre todo a través de su relación con los niños, a los que siempre ha considerado como grandes maestros libres de cualquier precepto. Junto a esto, nuestro protagonista también destaca como profundamente revelador el gran caudal de enseñanza que le transmitieron muchos de los moribundos a los que tuvo oportunidad de acompañar a lo largo de todos esos años, los cuales, a menudo, con grandes destellos de paz, aceptación y lucidez, le mostraban en primera persona la confirmación de una verdad trascendente a la que él ya había empezado de alguna manera a acceder mediante las lecturas de la especialista occidental Elisabeth Kübler-Ross.

En los años posteriores, Tew aprovechó este valioso bagaje para transmitirlo también en nuestro país, donde su experiencia y sabiduría al respecto han sido cada vez más apreciadas y requeridas en un terreno tradicionalmente muy poco explorado, con mucho aún por recorrer y muchos tabús por romper. Una labor consciente de preparación para la muerte y elaboración integradora del duelo que no ha dejado de intensificarse, y más en el actual contexto de pandemia, y a la que Bunnag no ha dejado de entregarse, en cuerpo y alma y con loable compasión y humildad, poniendo un especial énfasis en la importancia del papel activo que también deben desempeñar tanto los propios pacientes como los cuidadores y allegados que solicitan sus servicios. Para seguir aprendiendo juntos a transitar con plenitud los senderos que llevan a la entrega y fusión con el Gran Misterio, la Fuente de la que todos procedemos y a la que algún día todos volveremos.

¿Quién es Tew Bunnag?

Un canal… Eso es lo que puedo decir a día de hoy. Han sido muchos los Tew Bunnags a lo largo de mi trayectoria, pero siempre ha habido un hilo de consciencia entre todos ellos. Una percepción que fue haciéndose más evidente cuando empecé a entregarme de lleno a mi camino espiritual. Y con el paso de los años, en las diferentes facetas de mi vida, cada vez ha ido habiendo menos de mí como un ser separado. Siento que, progresivamente, el hecho de identificarme con ser Tew Bunnag ha ido perdiendo importancia para ceder espacio a la manifestación de la Fuente, Tao, Dharma o Consciencia, a través de mí.

¿Qué papel ha tenido la muerte en tu camino evolutivo?

Sin duda, el hecho de haber tenido un contacto tan íntimo con la muerte es algo que me ha ido transformando mucho hasta el punto de convertirse en un aspecto muy presente, cercano e integrado en mi vida hoy en día.

¿Y cuál dirías que ha sido tu principal aprendizaje en tu relación con ella?

Me ha aportado una gran perspectiva… Enseñándome a celebrar la vida con mayor profundidad, apreciando su sentido más sagrado.

¿Qué es la espiritualidad para ti?

La humanidad más profunda, la capa más profunda de nuestro ser que nos conecta con todo.

¿En qué consiste su expresión secular?

Considero que se trata de un matiz muy importante. Por un lado, creo que no hay que rechazar las religiones, sobre todo si los valores que te transmiten te sirven para vivir mejor. Ahora bien, por otro lado también es cierto que nos encontramos en un momento en el que cada vez más gente necesita conectar con su humanidad más profunda pero sin querer verse limitada por ningún tipo de lenguaje específico. Estamos hablando de una espiritualidad totalmente libre de barreras y fronteras. Lamentablemente, la historia está llena de ejemplos en los que la religión ha sido causa de separación y conflictos. Es realmente inconcebible que se pueda llegar a matar en nombre de la religión o incluso muchas veces de un mismo Dios… Así pues, ya es hora de empezar a sanar todo esto, conectando con una espiritualidad universal y trascendiendo cualquier tipo de barrera. No hace falta ser taoísta para practicar Taichi… Me emociona poder ser parte de diversos grupos que actualmente trabajan intentando desarrollar este propósito. Cualquier persona puede aprovechar cualquier práctica espiritual libre de etiquetas para transformarse. En este sentido, el movimiento espiritual laico me parece una expresión muy saludable porque apela a este espíritu universal y colectivo sin añadir más separación.

Nos encontramos en un momento en el que cada vez más gente necesita conectar con su humanidad más profunda

¿La religión ha perdido la brújula del amor?

Quizás no la del amor hacia los de nuestra misma condición, pero sí la del amor genuinamente más compasivo.

¿Urge actualizar la concepción de la espiritualidad?

Efectivamente. Seguir lo que marca la tradición ha podido servir de ayuda, pero al mismo tiempo siento que también ha sido un obstáculo para la evolución en muchos casos. El planeta necesita sanar urgentemente y es por ello que hay que aprovechar el momento de apertura en el que nos encontramos para que la espiritualidad se extienda llegando a los perfiles y ámbitos más diversos. Esto nos puede servir, por ejemplo, para dejar de tratar a la naturaleza como algo ajeno que podemos dominar y destrozar a nuestro antojo, empezándola a sentir verdaderamente como algo que forma parte de nosotros y que por tanto tenemos el deber de cuidar. Esta espiritualidad actualizada debe abrazarlo todo, aunque sea algo que choque frontalmente con la competencia, el consumo y el afán de posesión desmedido que caracterizan el egotista sistema capitalista. ¿Cómo podemos estar bien sabiendo que en un mundo de abundancia como el que vivimos cada día sigue muriendo tanta gente de hambre? Es algo que realmente no se puede aceptar…

¿Crees que esa revolución espiritual acabará llevando irremediablemente también a una auténtica revolución política?

A mi modo de ver, la pandemia ha servido para revelar aún más las grietas del modelo imperante y nos está ofreciendo una gran oportunidad para evolucionar, sanar y transformar mediante la integración de los valores espirituales más genuinos. Esto es algo que ya se está empezando a evidenciar claramente en Occidente y que se debe recuperar en Oriente. Hay que tener en cuenta que el consumismo y el capitalismo están basados en un aspecto muy profundo presente en cada uno de nosotros, el miedo a la vulnerabilidad y a la escasez. Cuando en realidad, por mucho que tengas esto no te va a proteger… Es por ello que el covid lo ha puesto ahora tan de relieve. Estamos en un gran momento para abordar también este miedo, gran parte del cual tiene que ver obviamente con la condición de mortalidad que tanto se empeña en rechazar el propio sistema. La revolución de la nueva espiritualidad nos puede llevar también a la integración de la mortalidad, propiciando así que brote la compasión en nosotros al reconocernos como seres que, mucho más allá de la competencia o la separación, nos podemos apoyar y reflejar unos a otros mientras vamos transitando un mismo camino.

El consumismo y el capitalismo están basados en el miedo a la vulnerabilidad y la escasez, algo que tiene que ver con la condición de mortalidad que tanto rechaza el propio sistema

¿Cómo afrontar y transformar el miedo?

El miedo está profundamente instalado en nuestro disco duro como especie, en nuestra biología… Y esta condición se ve además alimentada y reforzada por nuestra cultura, que no deja de promover toda una serie de valores asociados al miedo. Todos los negocios, bancos, seguros, etc., están basados en ello; en retener, en no perder… Por otro lado, en disciplinas como las artes marciales, más allá del papel activo, del gran abanico de movimientos, lo realmente importante es el trabajo interno; eso es lo que realmente te enseña a afrontar eficazmente el miedo, mostrándote también como en el fondo, el miedo y la violencia son las dos caras de una misma moneda. Por tanto, la verdadera intención que se esconde en estas prácticas es aprender a explorar siempre la posibilidad de trascender la violencia y el miedo asociado. Esa es la gran victoria y no los trofeos o la dominación del otro. Conquistar el miedo es posible pero no basta con leerlo en los libros y pensarlo, sino que requiere una práctica constante para observarlo, reconocerlo y finalmente poder llegar a integrarlo. En última instancia estamos hablando del gran miedo que sentimos a vivir con plenitud, algo que inevitablemente incluye también a la muerte. De ahí la importancia de las prácticas espirituales, que tanto nos pueden ayudar a trascender el miedo que tan a menudo nos produce la vida misma, con todas sus sacudidas.

Aprendiendo a dar la bienvenida a las crisis como maestras para el cambio…

En el fondo son un auténtico regalo porque nos ayudan a prestar atención a los miedos que no vemos. Más allá de los obstáculos y valores imperantes, el vínculo con la capa más profunda de nuestro ser siempre existe, y experiencias como la enfermedad o la pérdida tienen la capacidad de despertarnos y conectarnos. Aunque a veces esa consciencia también puede aparecer por sí sola, algo que tiene que ver con el misterio de lo que yo llamo la Gracia y que no puede explicarse con palabras… Puede suceder cuando el Universo decide enviarnos un regalo despertando nuestra visión más profunda en el momento más inesperado. Cualquier momento puede ser bueno para conectarnos con lo esencial, empezando a darnos espacio y silencio para que emerjan cuestiones existenciales básicas, como por ejemplo la pregunta ¿quién soy…? Abriéndonos así a transitar el camino espiritual mediante la evolución y el descubrimiento constante, intentando no caer en la trampa intelectual de creer en cualquier momento que ya lo hemos logrado.

Cuánto ansiamos a menudo dar con esa fórmula o método que nos lo solucione todo…

La necesidad de disponer de recetas con resultados inmediatos, como cualquier otra certeza o seguridad, también nace del miedo. Siempre será mucho más aconsejable mantenerse en una actitud abierta y vulnerable, aprendiendo…

¿Empezar a bajar el ritmo de aceleración al que estamos acostumbrados es uno de los pasos más necesarios?

Totalmente. De hecho, cuando descubrí el Taichi enseguida me di cuenta de que podía ser una herramienta de gran utilidad para la humanidad moderna, ya que, salvo el Yoga quizás, todas las prácticas físicas o deportes están basados actualmente en la rapidez y la avidez por la obtención de un resultado. Mientras que prácticas como el Taichi y el Yoga nos enseñan simplemente a vivir la totalidad del momento, un elemento clave para la sanación y transformación que buscamos. Sin duda, la extensión de la cultura del “fast food” forma parte de la huida de la mortalidad. Por el contrario, cuando una persona puede vivir una fase terminal desde la integración y la aceptación la percepción del tiempo empieza a cambiar completamente, pasando a vivir y a apreciar cada momento, cada pequeño detalle, con gran plenitud. Y es así como emerge la consciencia de que lo realmente importante no es alargar nuestra existencia a cualquier precio, sino aprovecharla en toda su profundidad. Instalados en la prisa es muy fácil perderse el trasfondo mágico de la vida.

Instalados en la prisa es muy fácil perderse el trasfondo mágico de la vida

¿Quién consideras que contribuyó a prender la llama de la espiritualidad en tu interior?

Podríamos decir que mi niñera, practicante budista, fue mi primera gran maestra. Fue ella la que me inició en la práctica de la meditación desde muy niño y me transmitió valores como el gozo de dar, el respeto por cualquier forma de vida o el poder del agradecimiento. En aquella época y a diferencia de lo que sucede en la actualidad, donde prima principalmente el materialismo, en mi cultura el budismo estaba muy integrado en el día a día. Y eso ayudaba a sentir desde una temprana edad que existía algo más aparte del plano tangible de la realidad. Además, también tuvieron una influencia muy relevante en mí dos maestros en especial; un lama tibetano que conocí en mis tiempos universitarios en Inglaterra, Trungpa Rimpoché, y el que fue abad de un templo budista en Londres, Dhiravamsa, recientemente fallecido, quien me formó como profesor de meditación y me animó a trabajar a su lado.

¿Cuáles han sido otras de tus principales fuentes de inspiración?

Ser padre, la responsabilidad de cuidar a otros, el amor en todas sus facetas… Los niños y su capacidad de descubrir… La naturaleza y sus ciclos… Los errores… En definitiva, la Vida misma en su totalidad, con todos sus momentos y detalles. Desde los inicios de mi camino he sentido de forma muy clara que no hay que establecer ninguna separación entre la vida terrenal y la espiritual. Todo está íntimamente relacionado.

Qué gran reto la integración de la espiritualidad en lo cotidiano…

Para mí la espiritualidad es sinónimo de sencillez y naturalidad, no tiene nada que ver con el hecho de sentirse especial. Y esto implica el hecho de aprender a desarrollarse también terrenalmente en este mundo, pero sin quedarse atrapado en ello.

¿Cómo estás viviendo personalmente el contexto de pandemia en el que nos encontramos?

Principalmente con agradecimiento, ya que llevaba tiempo diciendo a mis grupos que quería tomarme un año sabático… No en cuanto a mi trabajo, sino sobre todo respecto a los viajes que a menudo realizaba, con su correspondiente desgaste de energía. En este sentido, he podido tomar la decisión de bajar ese ritmo a partir de ahora. Al principio, como a muchos, me asaltó el pensamiento de qué iba a hacer con tanto tiempo disponible de golpe, pero enseguida lo aproveché para empezar a conocer con más profundidad el lugar donde vivo. Y en este sentido, tengo la suerte de disponer de campo y mucho espacio abierto cerca. También he descubierto las grandes posibilidades del trabajo a distancia gracias a las plataformas virtuales. Esto me ha permitido seguir acompañando diariamente a personas desde prácticamente el inicio de la pandemia. Y para compensar las horas delante de la pantalla, también me he podido dedicar a la escultura y al cuidado del huerto. Disfrutando al mismo tiempo de mi familia, de mi práctica personal e incluso de aprender a tocar el piano, algo que siempre había deseado. En resumen, he ido llevando una vida bastante organizada pero sencilla, y sin dejar de sentirme parte del mundo y las personas que me rodean, cuyo estrés y ansiedad también me han llegado reafirmando así aún más en mí la necesidad de seguir trabajando en el plano personal y espiritual.

¿Y qué opinión te merece todo el tema de la vacuna?

Sinceramente, es algo que no me convence en absoluto… Siento que no deja de ser una estrategia para asegurar a los ciudadanos que todo está bajo control, cuando en realidad lo que parece que ha generado ha sido aún más incertidumbre y confusión… Ahora bien, en mi caso he tenido que optar por la decisión más práctica, ya que con frecuencia debo viajar a mi país por trabajo, y además, quiero ir a conocer a mi nieto de un año pronto, y sin la vacuna parece que va a ser muy difícil…

¿Cómo crees que debería ser la llamada “nueva normalidad”?

Sea como sea, espero que todo lo que estamos viviendo nos ayude al menos a no caer en el engaño de querer volver a una normalidad basada en falsas seguridades.

No has perdido la esperanza pues….

No sólo no la he perdido, sino que estoy convencido de que este proceso nos va a servir de gran impulso en nuestra evolución. De hecho, desde que empezó la pandemia, he visto como cada vez más personas y más profesionales están tomando consciencia de la importancia de incluir la dimensión espiritual para poder disfrutar de un auténtico bienestar. Sin las herramientas que nos ofrece la práctica espiritual, las emociones nos desbordan, y si no podemos estar mínimamente centrados, bien con nosotros mismos, cómo vamos a ayudar a otros… A mi edad no puedo ser ingenuo creyendo que esto nos va iluminar a todos, pero sí que he podido comprobar como esta evolución no está dejando de avanzar poco a poco… Es muy importante que los cambios y las transformaciones se tomen el tiempo necesario para que puedan ser sólidas y quedar bien integradas.

Durante la pandemia se han producido un gran número de muertes en soledad… ¿Es posible acompañar de alguna forma en casos así desde la distancia?

Es muy importante no caer en la desesperación o la culpabilidad cuando no existe la posibilidad de estar cerca de nuestros allegados en momentos difíciles, como puede ser la enfermedad o un proceso terminal. También existen prácticas para transmitir amor y compasión a distancia, que nos permiten establecer una comunicación a otro nivel. Y para ello debemos aprender a confiar en la existencia de esta misteriosa realidad que se encuentra más allá del plano material. Siempre existe la posibilidad de conectar desde el corazón más profundo si realmente ponemos la intención en ello. El espíritu no entiende de espacio ni de tiempo. El amor no tiene fronteras… Lo trasciende todo. Se trata de una realidad que no forma parte de nuestra educación ni está presente en la formación de muchos profesionales, pero esto no impide que nos podamos abrir a lo inefable de esta otra dimensión a través de la confianza.

El espíritu no entiende de espacio ni de tiempo. El amor no tiene fronteras… Lo trasciende todo

¿Cómo prepararse para poder afrontar con serenidad el tránsito hacia lo desconocido?

No hay nada que garantice una buena despedida, pero sin duda puede ayudar mucho el hecho de ir labrando con tiempo la conexión con esa Realidad trascendente e intangible o Fuente, así como el hecho de poder disponer de un buen acompañamiento, algo que permite generar el espacio idóneo para que toda aquella energía que ha quedado pendiente de expresar pueda salir y transformarse, ya sean remordimientos, rabia, miedo o cualquier otra resistencia. A diferencia de los viajes que podemos emprender a lo largo de nuestra vida, la preparación para el último gran viaje pasa por ir vaciando poco a poco la maleta, para lograr la ligereza necesaria que nos permita entregarnos al abrazo con el universo.

¿Y qué consejos prácticos darías para lograr superar el miedo a la muerte?

Primero reconocer su presencia y no hacer como si no estuviera ahí. Respirándolo y escuchando con respeto y curiosidad su energía, observando sus proyecciones, aquello que puede estar escondiéndose tras el miedo. Y en segundo lugar, abrirnos a la consciencia de la impermanencia que acompaña a cada día, a cada momento… Incorporando el hábito de dejar pasar, de perdonar todo lo que ya fue… Si perseveramos en estas prácticas al final nos daremos cuenta de que en el fondo ese miedo no es más que una construcción, una ilusión.

Reconociendo su presencia, incorporando el hábito de dejar pasar, de perdonar todo lo que ya fue, nos daremos cuenta de que en el fondo el miedo a la muerte no es más que una ilusión

¿La práctica de la meditación es un elemento clave?

Sin duda puede ser un elemento clave, pero sobre todo si no se utiliza como una estrategia para distanciarse. En el fondo viene a ser lo mismo que ya he dicho, observar y respirar para ir generando cada vez más espacio, para que todo aquello que no tiene una consistencia real se diluya.

¿Qué lecturas que nos puedan servir también de ayuda nos recomendarías?

Recomiendo especialmente dos libros escritos por médicos que pueden ser de gran ayuda para trascender la tradicional barrera o separación entre ciencia y espiritualidad: La consciencia más allá de la vida, de Pim Van Lommel, y El arte de morir, de Peter y Elizabeth Fenwick.

¿Es ésta sólo una de varias de nuestras vidas?

No sólo lo creo, sino que estoy profundamente convencido. Esta existencia tiene continuidad y no hace falta convencer a nadie de ello, ya que tarde o temprano todos tendremos la oportunidad de descubrirlo.

¿Y qué nos puedes decir en relación a la ley del karma?

Es otro aspecto muy importante pero sobre todo para poder vivir con mayor armonía en este mundo. Prefiero contemplarlo como la responsabilidad que todos tenemos sobre nuestros pensamientos, acciones y emociones a cada momento de esta vida, y no pensando tanto en lo que nuestra actitud nos puede llegar a reportar en un futuro, aunque eso no deje de estar también implícitamente relacionado. Para mí el karma es ahora.

¿Tienes algún sueño aún por realizar?

Aquello a lo que dedico diariamente mis oraciones… Que la paz, la sanación y el bienestar se puedan establecer en el mundo.

Página web de Tew Bunnag

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Juan Antonio Muñoz: rendirse al corazón

«Si te abres a la vida, la confianza, la calma y el agradecimiento que luego acabas obteniendo no tienen precio»

Hijo de una familia de campo malagueña muy humilde, la emigración de sus padres antes de que él naciera dejó desde bien pequeño en Juan Antonio Muñoz (Barcelona, 1967) la huella de lo que él mismo califica como el síndrome de los desplazados. Después de tener que dejar los estudios siendo bastante joven por necesidades económicas, los retomó más adelante para formarse en informática, lo que le llevó a trabajar como programador en una empresa donde acabó ejerciendo de directivo en el consejo de administración. A finales de los 90 se traslada a Mallorca por motivos laborales y es allí donde empieza a priorizar el latido de la vida, descartando la posibilidad de seguir ascendiendo en su trabajo y pasando a experimentar una serie de cambios sobre su visión tradicional de las cosas. Estas circunstancias le llevan a emprender su propio proyecto laboral y a conquistar una aparente estabilidad en aquellos ámbitos  considerados socialmente como más importantes, pero es cuando aparentemente parece tenerlo todo que experimenta un derrumbamiento interno que pone súbitamente su contador a cero en el año 2007.

A partir de ahí, después del desconcierto inicial y de los interrogantes que se le abren de golpe tras más de 20 años dedicándose a lo mismo, empieza a sentir la necesidad de redirigir sus energías hacia el acompañamiento de personas y la exploración de otros caminos más alternativos. Entra así en contacto con diversas vías de autoconocimiento y desarrollo personal, pero nada le llega a vibrar lo suficiente hasta que el proceso que ya se había desencadenado dos años antes acaba por culminar en una revelación llamada ULU (Un Latido Universal), el inspirador proyecto que lleva abanderando a lo largo de la última década. Un fascinante y original viaje de transformación basado en una serie de conversaciones con valientes que, como Juan, un buen día se atrevieron a trascender los límites de la razón para empezar a iluminar y guiar sus vidas con la brújula del corazón.

Sin guión ni preparación previa, pero con el poder de una confianza que de tan labrada se fue haciendo inquebrantable a lo largo de su elaboración, la película documental con la que nos obsequia Juan (se encuentra disponible para ser visionada en internet) es un gran ejemplo de las mágicas conexiones que se empiezan a tejer cuando decidimos abrirnos plenamente a la vida. Una muestra más que evidente de que, en el fondo, más allá de las aparentes diferencias, todo y todos nos encontramos unidos a un nivel global y esencial. Un mensaje sin fecha de caducidad y más vigente que nunca teniendo en cuenta las circunstancias actuales, cuya manifestación -como el proyecto mismo- sigue palpitando con fuerza, en proceso de constante evolución.

¿Quién es Juan Antonio Muñoz?

Soy una pizca de ese gran misterio que es la vida, una gotita en el océano…

¿Cómo surge el proyecto ULU?

ULU surge de una rendición. Hace diez años me vi inmerso en el caos como consecuencia del agotamiento de una vida estandarizada que dejó de funcionar. Inicialmente me lancé a viajar y a realizar un sinfín de talleres y actividades que podría calificar de espirituales o de desarrollo humano para intentar aliviar un vacío interno que me impedía estar en calma. Y fue volviendo de uno de mis viajes, en una sencilla meditación, que sentí la necesidad de dejarme caer de rodillas e implorar qué es lo que debía hacer… Y la respuesta que me llegó fue la propuesta de realizar una película documental sobre el significado de vivir desde el corazón.

¿Qué sentiste en ese momento de revelación?

Pues la verdad es que no abrí ninguna botella de cava… Al principio lo viví como algo incómodo. Sentí miedo e incertidumbre, algo muy parecido a lo que actualmente están sintiendo millones de personas con las circunstancias que nos está tocando vivir. Pero previamente a recibir esta respuesta, yo ya me había comprometido a hacer únicamente lo que me dijera el corazón. Había decidido no ignorar más a mi voz interna. Así que tenía muy claro que debía ir hacia delante con todas las consecuencias…

¿Cómo se gestó el nombre del proyecto?

Es algo que se corresponde con el espíritu colaborativo que caracteriza la película. Inicialmente, me dejé guiar tanto por la incertidumbre de la inspiración que no tenía ni nombre… Luego lo sometimos a votación entre todos los colaboradores y salió “El Latido Universal”, pero alguien que estuvo presente en una de las primeras reuniones nos lo acabó robando para otra iniciativa con un propósito muy parecido. No obstante, uno de los grandes aprendizajes que me ha ido regalando este proceso es que, si te abres a lo que a cada paso te trae la vida, lo que a primera vista puede parecer un contratiempo se acaba convirtiendo en una confianza, una calma y un agradecimiento que no tienen precio. Fue así como decidimos pasar a llamarlo “Un Latido Universal” y por practicidad lo acabamos abreviando en las iniciales, “ULU”. Y a pesar de que ese nombre no me convencía demasiado, imagina cuál fue mi sorpresa cuando al investigar por internet en los días sucesivos descubrí que ULU significa “segundo nacimiento” en nigeriano. Algo que se correspondía completamente con el proceso que yo sentía que había experimentado y que me sirvió para consolidar ese espíritu de confianza ante todo aquello que nos llega.

¿Qué balance puedes hacer a estas alturas después de una década de camino recorrido con ULU?

Lo resumiría con la palabra gracia. Un sentimiento de gracia que la vida ha ido instalando en mí y que deseo no dejar de compartir allí donde me pueda encontrar.

¿Crees que es algo muy común tener que recibir una sacudida importante de la vida para empezar a replantearse el orden de prioridades?

Por lo que he ido observando, sí que parece ser algo habitual… De alguna manera, siento que hay una especie de relación entre la sacudida que tradicionalmente se solía experimentar con la forma bastante brusca de llegar a este mundo y alguna que otra sacudida que nos puede llevar a sentir después, en otro momento de nuestra vida, una especie de renacer. En mi caso, por ejemplo, sucedió algo parecido con el colapso que sentí tras la separación de mi ex mujer, con la que llevaba 15 años casado. En su momento lo viví como algo terrible, pero con el paso del tiempo empecé a verlo como algo necesario. De hecho, siempre suele ser así… Así que, a día de hoy, siento que cualquier pérdida o situación drástica que experimentemos, sea la que sea, siempre es para bien. Bienvenido sea cualquier dolor temporal si nos acaba llevando a contactar con nuestra esencialidad.

A menudo evitamos el dolor porque lo asociamos inevitablemente al sufrimiento…

En este sentido añadiría que la forma de vivir este tipo de situaciones en nuestra sociedad sigue siendo demasiado infantil.  Y lo he podido comprobar viendo la forma tan distinta que tienen de vivir el dolor algunas comunidades indígenas que he tenido la oportunidad de visitar. Tal y como me dijo en una ocasión uno de los protagonistas del documental, el dolor que nos lleva a evolucionar, bien entendido, lo podríamos llegar a considerar un “dolorcito rico”.

También tuviste que lidiar con un gran dolor a raíz de la muerte de tu hermano… ¿Qué influencia crees que tuvo este suceso en tu proyecto?

Pues ha sido una influencia cuyo alcance y significado he podido entender varios años después del inicio de las grabaciones que acabarían dando forma a la película documental. La muerte de mi hermano tuvo lugar nueve meses antes de mi rendición, pero no fue hasta bastante después que pude ver claramente que, en realidad, la película la estaba realizando mi hermano a través de mí. En la fase inicial del proyecto yo no tenía ni idea de qué iba a hacer con todas esas grabaciones… Hasta que un día apareció inesperadamente en mí el lejano recuerdo de cuando mi hermano llegó una vez a casa para decirnos que, después de mucha indefinición, por fin sabía que quería dedicarse a ser director de cine. Así que cuando volví a recibir esa información sentí claramente que yo era simplemente un mensajero y me debía poner al servicio. Estoy convencido de que la forma en la que poco a poco se ha ido encajando todo como un puzle era algo que estaba en mi destino.  

¿Qué educación recibiste acerca del amor?

En mi casa, las muestras de cariño y ternura eran las mínimas. Mis padres se querían pero su expresión del amor tenía lugar en la intimidad. Así que ha sido la vida la que me ha invitado a salir al mundo para descubrirlo…

¿Has conocido algún sistema educativo que lo priorice?

He conocido varios ejemplos en este sentido, sobre todo en las comunidades indígenas. Como la de la Sierra de Santa Marta en Colombia, donde he podido ver a seres humanos de una determinada edad con una inocencia que ya había perdido de vista… Considero la inocencia como un aspecto que fomenta la inspiración con el todo, como un valor fundamental para que pueda darse un crecimiento desde dentro hacia fuera, un significado reflejado en la propia etimología de la palabra “educar”. Creo que la mayoría de sistemas educativos relegan hoy en día la pureza o inocencia, la esencia en definitiva, en favor de otros aspectos como la productividad o la adquisición de conocimientos a nivel mental.

¿Recibiste algún consejo en esas comunidades para poder seguir su ejemplo?

Allí se siembra y se cuida esa intención como si fuera una semilla, para que acabe dando los mejores frutos. Ahora bien, me gustaría aclarar que los propios miembros de esas comunidades no consideran que el suyo sea el mejor modelo. Simplemente lo hacen así porque para ellos, en su realidad, tiene sentido. Y una de las recomendaciones que me transmitieron fue restaurar los lugares de valor, las personas de valor y las tradiciones de valor de los sitios que habitemos. Esto es lo que a ellos les funciona desde hace miles de años.

¿Consideras que el amor al poder sigue siendo hoy mucho más fuerte que el poder del amor?

Creo que nos encontramos en un momento de transición. Lo compararía al momento en el que una persona va a fallecer. Por circunstancias de la vida, también me ha tocado acompañar a morir a diversas personas… Y en esos procesos he podido comprobar como hay gente que aún se sigue aferrando a sus formas particulares de poder, mientras que otros, aunque no lo hayan hecho en toda su vida, optan finalmente por soltar porque sienten que se tienen que entregar a este movimiento del amor antes de abandonar el cuerpo. No obstante, como todo está unido, en mi opinión, para poder entregarte genuinamente al océano del amor, primero quizás tienes que haber ejercido el poder para llegar a ser consciente del contraste.

¿Te gustaría destacar alguna tradición o figura en particular que sientas que te haya inspirado especialmente a lo largo de tu camino?

Me ha costado un montón de años ser consciente, pero a día de hoy destacaría la figura de mi padre. Fue algo que descubrí en la mesa de edición de ULU, cuando me llegó el impulso de entrevistar a Josep Maria Caralps, el primer doctor que hizo una operación de corazón con éxito en España y que en su día operó también a mi padre colocándole dos bypass. Yo hasta entonces siempre había considerado a mi padre como alguien muy débil, pero en esa entrevista el doctor me confesó que el mérito de que hubiera vivido 21 años más después de su operación no era suyo, sino de mi propio padre y de la fortaleza que le dio el gran amor que sentía por su familia. Esa revelación me sirvió para valorarlo como se merecía y fue así como pasó a convertirse en mi principal referente.  

¿Cuáles crees que deberían ser los ingredientes básicos para pasar a apostar con firmeza a vivir desde el corazón?

Para mí el principal ingrediente debe ser la confianza. Que no deja de ser abrir el corazón a las demás personas, tal y como se desprende de la propia etimología. Esto ha sido lo que yo mismo he priorizado en todas las conversaciones que he mantenido para la película y a estas alturas puedo afirmar que me ha funcionado.

¿A día de hoy, consideras que has logrado afianzarte en el propósito de vivir desde el corazón?

A estas alturas considero que si hubiera tenido que vivir las circunstancias actuales bajo mi personalidad previa a realizar la película documental, no sé si seguiría vivo… O como mínimo, estoy convencido de que me encontraría muy mal, sufriendo mucho estrés y ansiedad. Así pues, no creo que haya conseguido nada en especial ni quiero afirmar haber logrado establecerme en el corazón, pero si siento como algo muy evidente el hecho de que ahora, a pesar de que las circunstancias son mucho más dramáticas que hace diez años, puedo disfrutar el presente como un regalo, con una calma, confianza y agradecimiento que sin duda no podía experimentar tiempo atrás. Y además, cada día que pasa, siento que es mejor…

¿Consideras que puedes ganarte bien la vida en tus actuales circunstancias?

En estos diez años, las dos preguntas que más me han hecho han sido: “¿Cómo puedes vivir sin teléfono?” y “¿Tú de qué vives…?”. Pues bien, la respuesta vuelve a ser la confianza. Tal y como sea tu confianza en la vida, así la vida te va a sustentar. Creo que para mucha gente esta cuestión supone a día de hoy uno de los principales obstáculos y desequilibrios a la hora de atrevernos a saltar al vacío permitiendo así que la vida nos pueda brindar el sustento sin esfuerzo, a cambio de mostrarnos desde nuestro ser auténtico y original. Siento que aún hay demasiadas personas que hoy en día no se dedican a hacer aquello que profundamente aman y por eso me preguntan tanto de qué vivo yo. La confianza es pues un elemento clave y debería ser una prioridad.

Cómo nos llegamos a traicionar a nosotros mismos por el miedo a la escasez…

Actualmente la sociedad se halla tan aislada y dividida que no nos atrevemos a pedir. Cuando yo era pequeño, recuerdo que le podías pedir con naturalidad algo al vecino y te ofrecía encantado su ayuda… Así que si por lo que sea en algún momento llegas a quedarte sin dinero, pide ayuda con humildad y manteniéndote abierto a cualquier tipo de respuesta… Estoy convencido de que con humildad y confianza los recursos tarde o temprano llegan, y muy posiblemente de formas que no te puedes llegar ni a imaginar. Por tanto, es muy importante que en cualquier proceso de transformación nos replanteemos qué tipo de relación tenemos con el sustento.

¿Qué consejo darías a las personas que siguen resignándose a lo que les da seguridad porque aún no han descubierto su verdadera pasión?

Considero que una enfermedad muy extendida en nuestra sociedad actual es que disponemos de todo lo que en el fondo necesitamos para ser felices y no somos capaces de verlo. Hay que dejar de buscar tanto… Y si la vida ahora nos empuja a quedarnos en casa será porque con eso ya nos basta para poder tomar conciencia de ello. Se trata de dejar de correr en múltiples direcciones… De parar y darse de cuenta. Para sentirse realizado no siempre hay que abandonarlo todo, no hay por qué hacer nada especial… Prácticamente cualquier profesión se puede vivir y ejercer de forma espiritual, si de verdad se conecta y se pone la debida intención en ello…

¿Amar el miedo es lo más difícil?

Para mí, miedo y amor son parte de una misma cosa. Tal y como apunta uno de los testimonios que aparecen en ULU, cuando uno decide ir hacia su miedo, genera unas habilidades que son un tesoro. Por tanto, cualquier situación que nos dé miedo, en el fondo no deja de ser una invitación de la vida para poder llegar a sentirnos más plenos.

¿Cómo se fue gestando el proceso de conversaciones con los protagonistas de ULU?

El proceso fue muy sencillo. Únicamente acudí por inspiración al encuentro de la primera persona entrevistada, que fue Federico Mayor Zaragoza. Y sin más guión que la confianza, nuestra conversación se fue desarrollando de forma espontánea hasta el final, momento que aproveché para preguntarle quién debía ser el siguiente entrevistado. Y así, sucesivamente, mediante este procedimiento fue como todo se fue dando.

¿Qué lugar ocupa actualmente la meditación en tu día a día?

El proceso que he ido experimentando con la meditación es muy parecido a cómo ha ido evolucionando también mi concepción de hacer el amor. Años atrás lo vivía desde un lugar muy mental, desde donde iba proyectando mis expectativas… Mientras que poco a poco la cosa se fue convirtiendo simplemente en vivir una experiencia con otro ser humano, permitiendo que sucediera lo que tuviera que suceder… Y con la meditación me ha ocurrido en gran parte lo mismo, de manera que actualmente ya no tiene que ver con un acto aislado y preparado según unas pautas determinadas, sino que lo siento más bien como una actitud mucho más integrada en mí.

¿Cómo vives la crisis medioambiental?

Pues nuevamente con bastante calma y confianza. Tal y como me transmitieron los miembros de la comunidad indígena que visité en Colombia, yo también siento que, junto a la necesidad de acción, el mundo no se va a acabar, en todo caso se va a transformar como sea necesario… A la Tierra en el fondo no le pasa nada y si llega el momento en que tenga que realizar algún movimiento para reajustarse, simplemente lo hará. Asimismo, el papel de aquellos que podríamos considerar como los “malos” en el proceso que se está dando, no deja de ser algo que tiene que ser así para que tarde o temprano se pueda llegar a un equilibrio.

En cualquier caso, ¿estarías de acuerdo en la necesidad de acción acompañada de compasión más que de lucha?

Completamente. Si la persona que va a emprender una acción no lo hace desde un lugar de paz, en el fondo esa acción siento que no sirve. En los tiempos que vivimos, para reencaminarnos hacia la dirección que en el fondo todos soñamos, necesitamos dejar de reaccionar constantemente como hormigas nerviosas. La acción tiene que empezar a producirse desde la calma, la inspiración y la coherencia… Y para ello, primero hay que tomarse un tiempo y parar. Llevamos ya muchos años conscientes de esa necesidad, y seguramente por ello, es por lo que ahora la vida ha decidido pararnos en seco. A partir de ahí, creo que un buen mantra a adoptar sería: “Yo hago lo que sé, lo que puedo, y con eso es suficiente”. Y entendiendo que el acto de hacer, muchas veces, incluye también la necesidad de no hacer por hacer, es decir, de no hacer nada.

¿Qué opinión te merece el hecho de tener que vivir actualmente pegados a una mascarilla?

Considero que muchas de las personas que más tiempo llevan puesta la mascarilla, son las que más miedo llevan en su interior… Lógicamente, el miedo a morir. Actualmente, hay una gran carga de miedo en el planeta, un gran número de gente con una cantidad muy desequilibrada de ausencia de amor y la mascarilla viene a ser como una especie de símbolo que exterioriza esa enfermedad, que en realidad poco tiene que ver con ningún virus…

Es evidente que la situación de pandemia que estamos viviendo puede acentuar los miedos con mucha facilidad, pero ¿consideras que al mismo tiempo también nos puede servir de catalizador para ayudarnos a despertar?

Así es… La humanidad siempre ha pasado por momentos complicados y mucho más de lo que nos está tocando vivir ahora. No olvidemos que, por ejemplo, en el siglo pasado, la población tuvo que afrontar grandes guerras… En cualquier caso, creo que deberíamos aprovechar las actuales circunstancias para salir del infantilismo y empezar a crecer de verdad… Sólo desde la auténtica madurez podremos tomar conciencia de que vivimos en un planeta maravilloso, con más abundancia de recursos a nuestro alcance que nunca… Y de que en el fondo, el gran obstáculo, se encuentra en nuestra forma de relacionarnos, con los demás y con el medio que nos rodea. Pero para mejorar eso, lo que primero debemos mejorar es la relación con nosotros mismos. Ese es el gran reto de nuestra época, que cada ser humano pueda convertirse en maestro de su propia vida sin necesidad de tener que buscar a ningún maestro fuera. Siento que sólo así podrá emerger nuestra capacidad de sustento natural, pudiendo prescindir entonces de la reactividad, la competitividad y la necesidad de pelea con el mundo exterior.

Seguramente habrá quien considere que eso no es más que una quimera inalcanzable…

Yo creo que ya nos estamos dirigiendo hacia allí, y esa meta no es otra cosa que volver al origen. Según mi modo de ver, en cada lugar se irá restaurando esa vuelta al origen de la forma que la vida lo considere más adecuado. Y eso comportará, y ya está comportando, una serie de cambios y transformaciones para que volvamos a ser seres auténticos y originales. Es un proceso inevitable…

Háblanos un poco ahora de tu reciente experiencia en India…

La mayor parte del tiempo lo pasé en Auroville, una comunidad con unas particularidades que en realidad no tienen mucho que ver con la vida que en general se lleva en India, y donde además viví bajo las circunstancias del confinamiento. Ahora bien, realmente se trata de un lugar propicio para hacerte consciente de la necesidad de que cada ser humano se haga responsable de los valores y talentos que ha venido a traer a esta vida. Responsabilidad para que estos valores y habilidades sean mostrados. Una vez más, trasladando el foco de lo externo a lo interno. Y mi experiencia allí también me ha permitido hacer las paces con la parte más material de la existencia; viendo de forma más clara la necesidad de que cada ser humano pueda usar la parte de materia que realmente necesite para llevar a cabo aquello que su propia misión le demande.

Y ya para terminar, ¿qué movimientos va a seguir generando el proyecto ULU?

Por un lado, es muy posible que pueda ver la luz un libro como consecuencia de toda la experiencia que ya llevamos vivida. Asimismo, estamos editando todas las conversaciones para poder ofrecer un contenido añadido a lo que se puede ver en la película documental, con unos mensajes que, a pesar de haber sido registrados hace diez años, resultan increíbles teniendo en cuenta la situación actual… Y en tercer lugar, puedo avanzar también que próximamente realizaremos una nueva acción audiovisual, aunque se trata de algo aún demasiado prematuro como para poder dar más detalles…

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